lunes, 12 de abril de 2010

COME FLY WITH ME

Cuando se atrevió a pensar según todo lo que vivió, invitar a alguien a que le hiciera compañía,
y son mejores las sorpresas que las cosas planificadas,estaban en Buenos Aires cada uno haciendo cosas de sus trabajos, ni siquiera se pusieron de acuerdo, invierno mucho frío poca gente en Belgrano,
solo faltaba una llamada telefónica, él la hizo...

- Hola no viajamos juntos, pero estamos muy cerca te invito a cenar-
- Genial me parece ¿Dónde y a qué hora?
-Estoy en el departamento de un amigo, te envío la dirección por mensaje de texto para que le digas al taxi donde vas.
-Perfecto ¿A qué hora?
- A las 21:00 así me das tiempo de cocinar, el mercado acá cerca tiene cosas fantásticas.
-Hecho nos vemos en la noche, así dejo arreglados unos escritos que debo enviar.

El trabajo merecía una pausa, era muy bueno saber que no estaba sola en esa cuidad que era tan enorme para ella, pero encantadora para su trabajo...

Luces, colores, aromas, y paisajes diferentes, es bueno definitivamente cambiar de locación mientras se desarrolla un trabajo creativo.

El viajaba por un proyecto de ingeniería de su nuevo trabajo. Estaba feliz con este nuevo reto.

El exceso de café y whiskey esa semana le habían pasado la cuenta así que decidió sumergirse en la tina y descansar sus manos, el computador definitivamente apagado para no seguir trabajando.

Frank Sinatra en sus oídos, era su compañero de viaje hace años, así como Jack Danniels su whiskey preferido y su mezcla Zulawesi de Starbucks que era un vicio... No fumaba.

Los escritores generalmente fuman y toman hasta que se pierden, ella no, tenía la visión de no perder detalle de lo que había logrado, los increíbles viajes y el reconocimiento a su trayectoria que era evidente.

Las letras eran lo suyo y era el único amor absolutamente fiel que llevaba en el alma y no la abandonada jamás.

Hombres habían acompañado su camino por algunos momentos, pero su deseo de libertad plena para seguir su camino creando, muchas veces había sido una barrera entre ella y sus parejas a los 45 años, con sus hijos trabajando después de haber estudiado y viajado bastante.

Y ella disfrutaba de un lugar en el mundo a costa de la soledad de sus noches, eso lo sabía muy bien sus amigo y quizás por ello se decidió a llamarla.

Secó su cabello nunca tinturado, se perfumó, maquilló, buscó su mejor jeans una blusa verde, un bello pañuelo al cuello y su reloj sus pulseras de plata y sus aros y para abrigarse su chamarra de cuero gastada de tanto uso que era su sello.

Eran detalles que no dejaba al azar, sus curvas sinuosas eran su marca registrada, las lucía con orgullo, nunca tuvo dudas de que eso lograba una especie de magnetismo del que ella era conciente.

Tomó el taxi llegó al Belgrano, era lejos, pero llegaba a tiempo...

Un gran abrazo y un beso a su amigo de tantos años, con quien había compartido momentos buenos y malos, pero siempre con un cariño y complicidad muy linda, a pesar muchas veces de encontrarse en continentes absolutamente diferentes, la red los mantenía conectados siempre.

Desde el balcón con una vista privilegiada de los jardines circundantes y las luces de la cuidad, empezó la conversación que luego derivó en una cena maravillosa, el era cuidadoso de los detalles, sabía que ella era de esas personas que no olvidan esas cosas y que como escribía veía en los detalles a la persona que estaba detrás de semejantes delicadezas.

Una velada memorable, buena música el infaltable whiskey para coronar la noche y el gusto de verse en un lugar absolutamente diferente, bailaron abrazados las luces eran suaves, algunas velas encendidas, dando paso a lo obvio, sin nada que perder el se acercó y la besó no era la primera vez ella adoraba su suavidad, luego comenzaron las caricias donde la ropa termina sobrando.

Ahí estaban los dos una vez mas, desnudos acariciándose, besándose y haciendo el amor.
Nada forzado una dulzura que ella solo sentía en sus brazos, su perfume impregnaba la piel de el, y el sabía recorrer con sus manos y besar los lugares que ella reservaba, donde se sentía cómoda y feliz, porque para ella la felicidad no era un estado eterno, eran pequeños momentos que atesoraba en el alma.

El sabía llegara su corazón sin presiones con toda la libertad del mundo.
Ella agradecía estos momentos compartidos con quien quería tanto.
Durmieron sonriendo abrazados y por un momento escuchar el corazón y sentir el calor del otro los llenaba de fuerzas para seguir cada uno en su rumbo.

Un universo enorme que confabulaba para que se encontraran...
Sin consecuencias, pero con ese dulce nexo de ser cómplices, en algún lugar cuando el avión los hacía recorrer distancias enormes y cuando la compañía se hacía necesaria.

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